lunes, 28 de marzo de 2011

LA GUERRA DE LOS HERMINIOS

La Guerra de los Herminios

En perfecta formación rompían las olas cien trirremes, perfectamente formadas. El mar estaba calmo y, aun con las modificaciones de Balbo, el ingeniero que el ejército transportaba para sus obras, había partido la flota desde Gades para llegar a las costas de aquella pequeña Galia.

La nao capitana abría la marcha, cabeceando contra la brisa suave del amanecer, que se respiraba cuando aún la claridad de Hélios no despuntaba en el horizonte. En su popa, el perfil de un comandante romano, con una corona cívica en su inexperta cabeza, ya con acusadas entradas en el hirsuto cabello negro, corto y rizado, y un manto púrpura, señal de noble cuna, sobre la coraza de plata y cuero repujado.

Allá a lo lejos se comenzaban a distinguir la silueta de las tres islas, no demasiado despegadas de la escarpada costa de Erizana, donde se habían refugiado aquellos lusitanos. El comandante dio una señal, y todas las naves desplegaron sus enormes velas cuadradas, con unas letras bordadas. SPQR. El Senado y el Pueblo de Roma, señal de las victoriosas legiones de aquel imperio lejano. El viento entró en las velas, desplazando, aún más rápidamente los trirremes, mientras los remeros descansaban aliviados.

Se escuchó una trompa, señal inequívoca de que los herminios habían descubierto la flota que se les venía encima. Poco importaba ya. Un lancero repartía lumbre a los pebeteros que rodeaban la borda de estribor. Allí encenderían sus flechas los arqueros, que con una lluvia de fuego arrasarían la playa, para que las tortugas de legionarios pudieran tomar posiciones.

-A mi señal, ira y fuego - susurró a su ayudante el comandante. El santo y seña corrió por todas las naos. La primera gran batalla del más joven de la gens (familia, TdA) de los Julios estaba a punto de comenzar.


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Roma. Año 61 A. C.
Senado de Roma. Discurso de Marcio Publio Catón.
Trascripción del latín de los archivos originales, hallados en la Biblioteca del Vaticano.


Senado de Roma. Padres conscriptos de la Patria. Príncipe del Senado, noble Escauro, os saludo.

Os hablaré, nobles caballeros de roma, de uno de nosotros. Uno cuyo linaje familiar presume de ser descendiente directo de la diosa Venus. Una familia que toma casi en mofa, el nombre del hijo del héroe Eneas, Iulo, en su denominación. El sobrino de los dos grandes tiranos de nuestro tiempo: Sila y Mario. El conocido como Cayo Julio César.

Como todos sabéis, buenos senadores, ese joven tiene una reputación granada. No he de mencionar aquí, padres conscriptos, que por toda Suburba se extiende la contabilidad de cuantos lechos ha mancillado ese joven César. Hombres y mujeres. Casadas y vírgenes vestales. Nada se escapa a su necia lujuria. Tampoco es menester, noble Cicerón, que os diga las enormes sumas que debía a los prestamistas en Roma, hasta que el noble Craso, con… ¿magnánima? bondad lo liberó de sus cargas, para pasar a ser su cliente.

No es preciso que os mencione todos los gestos de sobrada liberalidad que ha tenido tanto en sus cargos en Bitinia, donde sabemos que llegó a cultivar una entrañable amistad con el rey Nicomedes, como en la propia Roma, donde costeó el entierro de su tía Julia, y realizó numerosas obras públicas de su propio erario.

Incluso, en acción heroica, costeó una flota para vengarse de los piratas que secuestrándole le ofendieran, en la costa de Asia. Hecho por el cual, en su vanidad y egocentrismo, le premiasteis con la corona de roble que, por pura presunción, siempre y en toda circunstancia, porta.

No seguiré, padres conscriptos, enumerando las necias bravatas y los enormes estipendios que a costa de graves préstamos ha realizado el joven César. Son todos hechos conocidos, no seguiré en su descripción. Cayo Julio César está arruinado, es de conocimiento público. Ese muchacho sabe que al volver a Roma, los prestamistas le acosarán, y que pueden llevarlo a los tribunales por impago.

No os extrañará, por tanto, que os cuente que el joven César, ciudadano por otro lado brillante, haya tenido la ocurrencia de provocar una guerra en Hispania, al mando de su prefectura, para lograr acumular riquezas y botines con que volver a Roma y aplacar a sus acreedores.

Nos os resultará extraño, por consiguiente, que el gobernador de Itálica me haya enviado una carta –ésta carta- donde alerta del comportamiento del nuevo prefecto, Cayo Julio César, que con la excusa de ayudar a los pueblos del sur de Tagus (Río Tajo TdA), ha reunido un considerable ejército, y perseguido a la tribu hostil de los Herminios, más allá de la provincia romana, atravesando el río Duero, y llegando a los márgenes de zonas inexploradas.

Julio César debe ser llamado al orden. Cayo Julio debe ser traído aquí, a Roma, y ser juzgado por un tribunal por tratar de enriquecerse de forma personal gracias al ejército romano. Cayo Julio César debe ser amonestado por el Senado de Roma, y esa guerra ilegal detenida inmediatamente.

He dicho.



Del Diario de Mando de Cayo Julio César.
(Traducción libre del Autor)


Amanece prontamente.

Las cien naves están varadas en la playa, mientras que los soldados levantan unas empalizadas en un pequeño alto sin vegetación, y cavan trincheras donde se creará el campamento de campaña.

Los herminios se han hecho fuertes en lo alto de unas escarpadas rocas, y dados sus numerosos dardos y honderos, no va a ser tan barata la victoria, como previamente se podía esperar.

El acceso a la playa fue más sencillo de lo esperado. Nuestros arqueros limpiaron rápidamente la playa de enemigos, que como aguardaba, temían al fuego tanto como a la muerte.

Media cohorte realizó la formación de testudo (Tortuga TdA), y eliminó los restos de resistencia que aún se batían en una loma próxima.

 Han caído más de ciento cincuenta de sus hombres, y yo solamente cuento con tres heridos sin excesiva gravedad.

Construiremos un campamento fortificado durante el día de hoy. Aunque no calculo más de cuatro días para vencer a estos bárbaros, la previsión defensiva merece la pena. De comandantes confiados y de batallas victoriosas de antemano están las urnas funerarias repletas.

Estos lusitanos, más algunos celtas que se les han unido, forman un cuerpo de frente magnífico. En lucha inter paribus (Cuerpo a cuerpo TdA) son encomiables, pero carecen de organización tanto como exceden de motivación. Una estrategia limpia y no cometer errores graves deben bastar para alcanzar la victoria.

La moral de la tropa está alta. Todos confían que tras esta batalla en las Islas Cica (Islas Cíes, TdA), la vuelta al campamento de Balcagia sea una celebración. La tierra es fértil, los indígenas no nos son hostiles, y por doquier abunda la comida e incluso una especie de vino casero. Las mujeres de la comarca de Erizana son hermosas y eso ayuda a elevar el tono anímico de la tropa.

Dentro de tres semanas, si todos mis cálculos son exactos, devolveré a tiempo la flotilla al Gobernador de Gades, sin apenas bajas, y con un considerable botín.

Venus Victrix. (Venus Vicoriosa, TdA)


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Carta hallada en el Archivo del Duomo de Regio di Calabria (Italia)
(Traducción libre del autor)


Del Decurión Tito Salustio Mola a su amigo Marco Tulio Caprio.

Ave, hermano Marco Tulio.

Como sabes, me hallo al norte de Hispania. No podría especificarte la zona, ya que no hay mapas que revelen nuestra posición. Como tú ya serviste en esta provincia, quizá si te digo que estamos a cuatro marchas al norte del río Duero, quizá sepas nuestra localización.

Estamos una región que llaman los indígenas de “Erizana”, a media jornada de un río algo menor al Duero, por lo que los geógrafos que porta nuestro comandante le han llamado Minor (traducido como Río menor actualmente llamado Río Miño, NdA).

 A esta tierra se la conoce entre los comerciantes de la Bética, los únicos que se habían aventurado por aquí, antes nuestra, como la Pequeña Galia (la pequeña Galia es la traducida como Gallaecitia o Gallaecia, la región comprendida por la Galicia actual, mas el Norte de Portugal, el Bierzo Leonés y Asturias Occidental NdA).

Comenzamos esta campaña, sin embargo al sur del Tagus, donde la Novena Legión partió, junto con el comandante, a sofocar los saqueos de los bárbaros Herminios contra otras tribus lusitanas aliadas. Los Herminios, al parecer, se vieron incapaces de enfrentarse a campo abierto, y se retiraron a sus dominios.

 Pero este joven comandante, Julio César, es obstinado y los siguió, se enfrentó a ellos, y arrasó su región. Tras esta victoria, les exigió que se instalaran en los llanos, para acabar con sus campamentos y su posición defensiva que les hacía fuertes para atacar a sus vecinos, pero los Herminios se negaron de plano.

Así los Herminios, siguiendo a su caudillo, uno llamado Mosés, un gigante rubicundo y terrorífico que suele ir vestido con la piel de un león, cual Hércules tronante, se han dedicado a huir al norte con la esperanza de perdernos de vista, utilizando tácticas de guerrilla y tierra quemada para ello.

Habían quemado los puentes y los reconstruimos, para perseguirlos al norte del Tagus, primero, del Duero, después, y más tarde en este río Minor. Acorralados en el valle de Erizana, y expulsados por las tribus celtíberas que dominan la región, se han acantonado en unas islas cercanas, donde se han hecho fuertes.


Al llegar la Novena (legión), ya nos conoces, tomamos todas las naos posibles, incluso barcazas de pescadores, que a tres jornadas pudimos juntar, y nos lanzamos a por las islas de los Herminios. Pero el mar es terrible en estas regiones norteñas y casi deriva en catástrofe. Yo mismo viajaba a bordo de una barquichuela del río Minor que trajimos expresamente, y con el oleaje casi volcamos. Solamente los tres calabreses de los cien que íbamos en la barcaza sabíamos nadar.

Estas escenas se repitieron en casi toda la legión, y Cayo Julio César, nuestro comandante, dio la orden de volver a Erizana, fundar un campamento permanente para que diez cohortes tomaran control de la zona y aislar por tierra a los herminios. Mientras, el volvería a Gades y en cuanto despuntara el final del invierno, partir desde allí con una flota decente para trasladar a las tropas.

Las primeras flores han despuntado en los campos de Abohriga (así bautizamos a nuestro campamento, en una broma por el crudo y lluvioso invierno que nos encontramos en estas tierras; un verdadero infierno) y se presentó César con mas de cien trirremes, que nos han puesto en marcha.

Como decurión de la séptima cohorte, sabes que durante este invierno he mantenido el orden y la disciplina, y que las armas de mis hombres están afiladas y prestas, y puedo decir lo mismo del resto de la media legión que se quedó acantonada en el campamento.

Ahora parto para las Islas Cica, y pronto entraremos en combate. Os escribiré a la finalización de la campaña, para comunicaros mi regreso o mi deceso por mano de algún compañero. César nos ha prometido permisos si acabamos de una vez con los Herminios, y la moral de la tropa es alta.

Da recuerdos a mi esposa y a mis hijas, Casia y Leta, y reacuérdales a las pequeñas, que ya deben ser unas mujercitas, que pronto espero poder abrazarlas. Que ayuden a su madre y lleven el cognomen (apellido, TdA) de su padre con honor. Aguardo con impaciencia verlas, con todo el amor del mundo, después de estos cuatro años en Hispania. Recibe tú también mi más cordial abrazo, de tu hermano en la Legión.

Ave atque Vale (Hola y Adiós TdA).

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Del Diario de Mando de Cayo Julio César.
(Traducción libre del Autor)


La Victoria es una mujer caprichosa, los griegos hicieron bien en cortarle las alas para que no huyera a los brazos de otro.

La Victoria se resiste a Cayo Julio César. En la mayor de las Islas Cica hemos expulsado a los Herminios, que tan solo resisten en un acantilado con una roca con forma de elefante (mis geógrafos la bautizaron como Elefantina).

Tras tres días de ataques y asedio continuado, los Herminios están desesperados. Apenas tienen víveres y agua potable. Han perdido más de la mitad de sus guerreros. Los niños y mujeres que he tomado como prisioneros en su campamento se cuentan por cientos. Su moral es pésima y, sin embargo, de esa flaqueza sacan fuerzas prodigiosas.

No les he dado opción a rendirse honorablemente. No puedo. Tras perseguirlos por Hispania, ya no queda otra que enfrentarse a la aniquilación. Pero la victoria no cae del lado de César, y sé que el Gobernador de la Bética conspira contra mí.

No hay demasiado tiempo. Llevamos una jornada asaetándolos de continuo, hasta la extenuación de mis arqueros. Esta noche no los dejaremos dormir, lanzando breves escaramuzas para minar aún más su moral.

Al amanecer, enviaré un escuadrón ligero con órdenes claras: victoria sin prisioneros.

Delehenda est Herminium (“Los herminios deben ser destruidos”, frase modificada que parafrasea una famosa cita de Catón el Grande TdA)



 
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Mosés yacía, desnudo y yermo entre las rocas. La piel de león, que portaba por encima de su coraza de pieles arrepujadas, fue tomada por los romanos como trofeo de guerra. Sin embargo, otro día más, no han logrado vencernos. No del todo.

Resistimos unos 300 guerreros, de más de dos miles que acudimos a la llamada de Mosés, a resistirnos tras las riberas del Tagus. Hay además treinta mujeres, y unos pocos niños. Los romanos tendrán más de mil esclavos de la tribu herminia, para vender en sus mercados en el sur.

No podemos resistir, todos los sabemos, pero cada vez que una patrulla se acerca, todos luchamos con verdadero ardor. Las mujeres y los niños tiran piedras desde lo alto de las rocas, causando a veces bajas de algunos legionarios. Estamos extenuados, no tenemos alimentos, y gracias a los dioses podemos beber, ya que hay un pequeño manantial en la cúspide del acantilado. Nuestra situación es desesperada. Pero cada día que resistimos, es un día que vencemos.

No deberíamos vivir y sin embargo, estamos vivos.

La muerte de Mosés cayó como un jarro de agua fría sobre los herminios resistentes. No hay posibilidad de supervivencia. No para todos al menos. Los romanos no están haciendo cautivos.

Tomé el mando del grupo, una vez muerto nuestro caudillo. Pero los he llevado a la ratonera. Aún así, siguen confiando en mí.

He trazado el plan, un último plan suicida para tratar de salvar a las mujeres, los niños, y unos pocos jóvenes imberbes que luchan entre nosotros. Que canten esta batalla, en épicas odas, a los hijos de sus hijos, una vez haya concluido, que será pronto.

Hemos construido una barcaza, más una balsa que nave, en donde los elegidos tratarán de huir hacia tierra. El grueso de los guerreros, en una maniobra de distracción (y suicida, cabe decir) atacaremos de noche y por sorpresa, frontalmente, el campamento de los romanos, para que centren en nosotros toda su atención.

Llegada es la noche. La balsa se hace a la mar, mientras los guerreros ya lucen sus mejores galas, y brillan los aceros en la noche. Hoy cenaré en el infierno, dice uno, junto a mi padre y mi abuelo. Y me sorprendo diciendo: No tan pronto, aun espero de ti que mates muchos romanos, para hacer apetito.

Una carcajada nos da ánimos, mientras descendemos de nuestro refugio en las rocas.


 
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Carta abierta de Cayo Julio César, pretor de la Hispania Ulterior, dirigida al senado de Roma.
Trascripción del latín de los archivos originales, hallados en la Biblioteca del Vaticano.


Victoria!

Los dioses nos han sido favorables. Los Herminios han sido exterminados, en una dura batalla, en las Islas Cica, del extremo sur de la Gallaecia.

La Novena Legión, la llamada Hispana, se ha comportado de manera fiera y valerosa. Apenas hemos de lamentar bajas en nuestras filas, básicamente unos treinta muertos y diez heridos, frente a los más de tres mil guerreros herminios masacrados, civiles a parte.

Los cautivos han sido vendidos en el mercado de esclavos de Malaka (la actual ciudad de Málaga, TdA), obteniendo los réditos cuya tercia parte os envío, tal y como corresponde, para el Ager Públicus (el Erario o Hacienda Pública Romana, NdA). Mi gestor Casca, os facilitará todas las cuentas al respecto.

Os solicito formalmente que se realice un Triunfo por esta victoria, para mí y para la Décima, tal y como corresponde por nuestra tradición. A finales del verano, si dais el visto bueno, acamparemos en el Campo de Marte, para realizar nuestra entrada en Roma.

Dejaré tres cohortes, más sus correspondientes tropas auxiliares, en el campamento de Abohriga, junto a la villa celtíbera de Erizana, como medida de disuasión para los nativos, y como base de operaciones futuras en esa región. Los pueblos del valle son sociables, y muchos nos han solicitado formalmente tratados de amistad con el pueblo de Roma.

Parto con la flota hacia Gades, donde dejaré mi pretura, y tomaremos camino de Roma por el Mare Nostrum (Mar Mediterráneo TdA).

Senado Y Pueblo de Roma. Hoy es un día grande, una nueva victoria engalana los laureles de nuestra ciudad. Nuestros enemigos han sido destruidos.

 Hoc voluerunt (Ellos lo quisieron, TdA).


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Tras una batalla, el señor es el silencio. Tras la batalla de las Islas Cica, final de la Guerra de los Herminios, el silencio en el campamento era aterrador. Los hombres recogían sus aperos, y desmontaban el campamento en profundo silencio.

 Los casi trescientos cuerpos amontonados en la llanura, y que se sumarían en breves a las pilas de miles de muertos quemados los últimos días en piras funerarias nauseabundas, imponían respeto, pues aquellos valientes les habían hecho emplearse a fondos.

Todos recordaban su ataque frontal amparados en la oscuridad, y como las alertas de los vigías rompían su sueño para provocar cierto alboroto. Relativo, pues la disciplina se había hecho patente y tras una muralla de contención de los soldados en guardia y los oficiales, a quién César arriesgó, junto a su propia vida, en primera línea de batalla, escudo y gladius (el gladius hispánicus era la espada corta, arma oficial del ejército romano NdA) en mano, en un primer momento de descontrol.

Pronto media legión, perfectamente formada y equipada, solamente tuvo q dar caza, como conejos, a aquella tropa, que masacraron en algo menos de una hora, de forma eficiente, como era habitual.

Julio César paseaba comprobando el avance del repliegue, felicitando a alguno de los legionarios más bravos en el combate con un pellizco en el lóbulo de la oreja, y animando con su charla a los oficiales que lo acompañaban.

A pesar de que ya se habían hecho varias batidas por las tres islas, César insistió en revisar personalmente el alto acantilado donde habían resistido, por cuatro días, los herminios en combate.

Allí comprobó que un pequeño manantial había surtido de agua durante esos días de asedio a los bárbaros, y comprobó que su falta de provisiones les hizo, de forma desesperada, acudir al canibalismo con alguno de sus compañeros.

También descubrió el enorme cuerpo del cabecilla Herminio Mosés, que hizo transportar en una de los trirremes, para embalsamar, con vistas a ser desfilado y expuesto en su triunfo por Roma.

El cielo se anaranjeaba, y el sol amenazaba con ocultarse en su acuoso lecho, cuando César divisó, a lo lejos, una barcaza rústica que mal navegaba, saliendo de la bahía. Por el perfil de las figuras a bordo, supo que eran algunos supervivientes herminios.

Por primera vez en su vida, dudó. Alrededor suya, los oficiales no parecían haber reparado en la barquichuela, o quizá pensarían que sería la chalana de algún marinero. Pensó que, para completar su trabajo, debía ordenar a algún trirreme que persiguiera y capturara a los fugitivos.

Pero la nave vagaba sin rumbo hacia el poniente, y los supervivientes debían ser mujeres, niños y algún herido, pensó César. Quizá los dioses habían decidido que él no debía aniquilar totalmente a aquel pueblo, y por eso decidió dejarlo estar. Su propia familia, narraba la leyenda, provenía de los supervivientes de la guerra de Troya que los aqueos no pudieron atrapar.

Seguían bogando, poco a poco, cara al atardecer anaranjado. Dejándolos en manos de Poseidón, cedía su destino a las Parcas.

César se echó encima el purpúreo manto, se ciñó la corona de hojas de roble, y comenzó el descenso de las rocas, peligroso por su gran inclinación, con presteza.

Festina, lente! (Apresúrate, despacio, TdA) dijo a su primer oficial, que lo seguía.


 
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Carta privada  de Cayo Julio César, con destinatario desconocido. Incompleta (por deterioro del original)
Trascripción del latín de los archivos originales, hallados en la Biblioteca del Vaticano.

(…)

Mañana dejo Sicilia, y me adelantaré a caballo, hasta Roma. Tengo prisa por reunirme con él.

Craso me recibirá en su villa en Reggium (La actual Reggio di Calabria, al sur de Italia, NdA), hemos de revisar las estrategias políticas a llevar a cabo por ambos, aunque me temo que también tiene prisa por ser el primer acreedor en saldar su deuda. No me importa, tengo para todos y aún sobra, el botín de la campaña ha sido excelente.

Confío en que hayas cuidado de mis mujeres. De Pompeya no espero nada bueno, pero aguardo que no le hayas dado pie a hacer hablar al pueblo. Estoy deseando tener una excusa para deshacerme de esa mujer y de su apellido, que me lastra en su carrera.

Ardo en deseos de tener a Servilia a mi lado. Házselo saber, para que me abra las puertas de su villa en el Tíber (…) haré que le den aviso de mi proximidad a la ciudad.

(…) terribles batallas en el valle de Erizana y sus islas. Los celtas y galos son temibles, pero creo haber aprendido de esta experiencia hasta lo indecible, y algún día podré poner en práctica las lecciones asimiladas contra este tipo de bárbaros.

Seguramente en mi visita, intercambiaré opiniones militares con Cneo Pompeyo. Tengo un gran deseo de conocerlo de forma personal.

(…) si bien difícil, espero que no imposible. Esas leyes son injustas y absurdas, poniendo trabas burocráticas a los que realmente son válidos en la república. Que se me elija in absentia (en ausencia, TdA) no debería perjudicarme, pero ten claro que renunciaré a mi merecido triunfo si es menester, ya que debo crecer en el cursus honorum (carrera política tradicional romana, TdA) rápidamente, mi tiempo apremia.

(…) ¿no sería genial pode apoyarme, de manera conjunta, en Pompeyo y Craso?. El dinero de uno y el poder militar de otro, unidos con mi popularidad e inteligencia política nos harían casi invencibles! Un sueño hermoso, en cualquier caso (…).

(…)

Queda de mí un gran recuerdo en Hispania, tierra hermosa, en la Novena Legión, que parece que quedará sin triunfo, tristemente, si no logro impedirlo, y en el vástago que tuve con aquella celta, Innia, en las pocas semanas que descansé, tras la campaña, en Erizana, y de la que me llegó noticias gracias a Balbo, que me lo comunicó. ¿Te imaginas, un joven con mi inteligencia y capacidad, liderando uno de los pueblos celtas de Erizana? Espero no tener que enfrentarme con mi propio bastardo en un futuro.

(…)

Ave atque vale.

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Notas del Autor:

1- He querido transmitir, en varias ocasiones, oraciones o citas latinas, por lo que he trascrito del original en latín y añadido, posteriormente, notas –NdA- o traducciones –TdA- entre paréntesis.

2- Asimismo, he de comentar que toda la historia narrada se basa en la campaña de cayo Julio César contra los Herminios, en su segunda prefectura en Hispania. Aunque hay muchos elementos de libertad narrativa, he querido ser fiel a los textos, nombres, y disposiciones geográficas de los textos romanos y de la bibliografía del historiador Herminio Ramos.

Algunos historiadores modernos ponen en duda la batalla en las Cíes, llevándola hasta unos islotes en el norte de Portugal, teoría harto dudosa, especialmente en lo referente a la campaña realizada por César. Creo que el enclave geográfico (en las actuales Baiona e Islas Cíes) es totalmente correcto.

3- He querido dejar abierto el final, con una chalupa de supervivientes herminios fugados de la batalla, para dar cabida al viaje legendario del que se afirma:

Unos caudillos celtas huidos de la villa de Erizana, por derrota bélica, apiadados los habitantes de la ría de Teucro (actual Pontevedra)  al verlos tan semejantes a ellos, los guiaron en naves hasta la villa de Brigantium (Betanzos – A Coruña), desde donde embarcaron hacia unas islas secretas en ultramar, para evitar “el exterminio de su sangre”.

No me resistí a dejar este final abierto, para dejar a la imaginación esta travesía de los Herminios, llegando hasta las Islas Británicas, en su versión más clásica, o hasta el continente americano, según las versiones más arriesgadas.

En este último caso… ¿no sería realmente casual y magnífico, que de Baiona partieran, en el 60 AC hacia América unos primeros colonos herminios, y que arribaran por primera vez, en el 1493, los marineros castellanos, con la nueva del descubrimiento?

Por fantástico y legendario, no me resisto a dejarlo anotado, al margen del texto.

El autor.

jueves, 24 de marzo de 2011

La leyenda del callejón de las Siete Esquinas y el muro del Convento de las Dominicas

EL CALLEJON DE LAS SIETE ESQUINAS


Hay en Baiona un callejón, al que se accede por una callejuela entre la farmacia nueva y la plaza de abastos, desde la calle que ahora llaman de la Carabela de La Pinta. Es un callejón umbrío y un tanto extraño, y ya desde lejos tiene un áurea de misterio y peligro en que se envuelve. Antes de la restauración a la que lo sometieron, vivía enmarcado por dos altos muros de granito, húmedos y llenos de verdín,  y un siempre sucio suelo de oscura tierra pisada enmarcaban un poco recomendable paraje.

En época medieval, transcurría entre las huertas del convento de clausura, que cultivaban las monjas dominicas, y las huertas particulares de algunos hacendados. De ahí su nombre oficial “rúa entre as hortas” aunque en Baiona todo el mundo le llame el callejón de las siete esquinas, y ya desde aquella época corría la fama de lugar poco recomendable y mal frecuentado por malhechores y bellacos, que encontraban en aquel lugar oscuro, angosto y poco concurrido sitio para sus escaramuzas, hurtos y trapicheos, cobrándose peaje con sangre al mal parado que transitase el estrecho callejón.

Si cuestionas a los lugareños te contarán la leyenda de que si transcurrieres por ese callejón, tocando con la palma de la misma mano las siete esquinas por las que transcurre, podrás al cabo pedir un deseo a los hados o al destino en la fuente en que desemboca.

Esa leyenda, aunque extendida, no es del todo cierta, ya que esa mágica condición, lo es solamente en el ámbito amoroso y sentimental, y lo es por relación con unos hechos ejemplarizantes que allí acontecieron.

Era Sofía la hermosísima hija de Don Gonzalo Fernández de Córdoba y Quesada, hermano del Conde de Gondomar. Como muchacha casadera, su fama había traspasado allén de los pueblos, ya que se trataba de una joven dulce de rostro y de cabello moreno como el azabache, que enmarcaba una angelical figura. Pero como hija menuda de una de las familias más acaudaladas y nobles de la comarca, no podía desposarse con cualquiera.

Sin embargo, Sofía era la hija menor y preferida de Don Gonzalo, y su ya anciano padre la tenía consentida. Ella, soñadora y anhelante de esos amores caballerescos y corteses que leído había en folletines y poemas, le solicitó a su padre poner una prueba de coraje a aquellos candidatos a su mano. Debían todos aquellos que la pretendieran, pasar un año entero a la intemperie en el muro del convento de clausura, pasando las penalidades e inclemencias del tiempo y las incomodidades, para poder tomar su mano.

Aunque idea descabellada, a Don Gonzalo pareciole bien porque aquel que superara la prueba daría seña holgada de virtud caballeresca, rectitud de costumbres y fortaleza de ánimo, y soñaba su hija de aquel galán que la desposara por ella superara todas las adversidades, tal y como conocía de los libros de caballería.

Así pues, señalose el día convenido en uno de enero, para hacer coincidir el plazo con año natural, y se presentó en el muro de las dominicas lo más granado de la nobleza regional. Allí se hallaba uno de los vástagos de duque de Lerma, el  llamado Don Joaquín, allá parlaban animadamente el viudo Don Carlos de Lamas y Don Alejandro Javier de la Trinidad, tío y sobrino respectivamente de la casa de los Montenegro. Acullá se acomodaba entre almohadones y mantas Don Diego Acuña, sobrino del Conde de Gondomar. Muchos otros jóvenes nobles se hallaban en el murete al plazo convenido.

También se habían aposentado no pocos gentilhombres, que si no era por nobleza de armas que pudieran aspirar a la dama, sí lo eran por la de su bolsa. Y así estaban allí, entre otros, Juan de Calatrava, cuyo padre era el mayor sazonador de pescado de la vecina Redondela, o Daniel de Entre Ríos, hijo del mercante Don Guzmán de Entre Ríos, que poseía patente de corso para tres navíos, y comerciaba con otros ocho de su naviera en la próxima ciudadela de Tuy.

Unos alguaciles iban desde aquella mañana echando a haraganes, truhanes, y a todos aquellos que no demostrasen limpieza de sangre, o condiciones de oro o sangre que les permitieran aspirar a la mano de la hermosa Doña Sofía. Lo cual no evitó, que algunos cristianos viejos, de común artesanos o comerciantes accediesen a dicho concurso pese a lo exiguo de sus bolsas.

Paseaban Doña Sofía y su padre por entre los aspirantes, mostrando la joven su lozanía, pero decepcionada porque la mayor parte de los aspirantes reposaban cómodamente entre decenas de criados y siervos, en cómodas tiendas de campaña y con braseros, mantas y viandas que hacían de su estadía gran diferencia con la penalidad que ella había soñado para elegir marido.

Comenzaron a pasar los días, y poco a poco fueron yéndose algunos aspirantes. Al principio debieron abandonar las dominicas aquellos cuya estancia de vagar era más gravoso para su bolsa, los comerciantes menos acaudalados y nobles pobretones. Poco a poco, se fueron yendo, bajo la atenta mirada de Doña Sofía que veía cuán vana era la persistencia masculina, ya que pronto empezaron a dejar el lugar muchos de los más valiosos nobles por hastío, cansancio o aburrimiento.

El pueblo también contemplaba esa competición extraña con curiosidad, e incluso algunos taberneros avispados comenzaron a hacer negocio con apuestas acerca del vencedor de la misma. Ahora eran nueve los aspirantes que quedaban, y  cuando pasaba el mes de junio ya solo restaban tres. A las primeras lluvias de invierno abandonaban otros dos.

Solamente quedaba acomodado en aquel muro Don Andrés de Comesaña y Sarmiento, bastardo del Conde de Gondomar, joven con hacienda disminuída, pero de nobleza distinguida. Hablan de él que era fiero en la batalle y en el amor, y aunque no hermoso, su presencia elevaba el ánimo de la gente e inspiraba un. Doña Sofía pronto se fijó en el, y cuando quedo solitario en el muro, algunas veces se acercaba disfrazada de campesina para verlo de cerca, intercambiar algunas palabras y curiosear del único hombre que al final, había sobrevivido a aquella criba.

Acercándose ya las fechas de la cristiana  Navidad, Comenzó Doña Sofía a verse casada con Don Andrés, y su padre, Don Gonzalo, a verlo como yerno y a preparar los esponsales. Una tarde incluso se acercó a hablar con el joven y cerrar algunos detalles del matrimonio de su hija. Además, no pocos habían apostado por el en las tabernas, por lo que el pueblo en general, le tenía aprecio, y estimaba su presumible victoria. Todo el mundo parecía contento por el cariz que había tomado la competición, y por los próximos esponsales de Doña Sofía.

Pasaron las calendas festivas; Nochebuena y Natividad, con frío y lluvia, y asombrábase toda Baiona de la estoicidad con la que aguardaba presto el candidato en el muro de las Dominicas, cobijado entre algunas mantas y alimentado por las viandas que le facilitaban los vecinos y allegados. Pasó la festividad de la Matanza de los Santos Inocentes, y aproximándose el Nuevo Año, se aprestaban los detalles de los próximos esponsales, siendo ya un secreto a voces cada uno de ellos.

Pasó el día, sin embargo, y otro más y naciendo el día del mismo 30 de diciembre, la ciudadanía amaneció en sorpresa mayúscula… el joven don Andrés no se hallaba ya en el muro, y por tanto la apuesta de la boda de doña Inés encontrábase desierta.

Todo eran suposiciones y dudas, y no pocos vecinos acudieron al hogar de los Comesaña, allá por la aldea vecina de As Fontes de Bahíña, descubriendo atónitos que se hallaba el mozo allí, almorzando de buen apetito , y sin perder la compostura.

Todos preguntábanle qué causa le llevó a abandonar su hazaña, tan próxima estaba su conclusión, y una vez hubiéronse allanado las exclamaciones de asombro y las exclamaciones, dio el joven noble por hablar.

-Hace poco que, disfrazada de campesina, con Doña Inés hube topado y hablado, ya que aunque ella no me conociere yo si di en  reconocer sus rasgos y gestos. Fabló conmigo su padre y el regidor cortesano, dando por hecho nuestra unión. Habló conmigo incluso el mismísimo Arcipreste del condado, preguntándome por mi religiosa fé cristiana.

Muchos vecinos me habéis preguntado, comentado y opinado acerca de lo romántico y hermoso de la prueba que me había sido impuesta, y del mucho valor y tesón que he demostrado últimamente en este amor que en mi interior bullía y sin embargo, veíame a las noches con frío, hambre y penurias. Con tan solo los abrigos y cobijos que, como buenos vecinos, me ofrecíais con honrosas intenciones. Halleme en este año famélico, helado de frío, empapado de lluvias, y seco hasta la saciedad. Viome Doña Inés en todas estas circunstancias, y a pesar de todo, ¿tan vano es su amor, tan nula es su humanidad que hace meses que sabido era que yo era el único capaz de vencer su apuesta, y fue incapaz de evitarme  un mes, una semana, un solo día de sufrimiento y pesar?...

Si es así –cavilaba, más para si mismo que para su entregado auditorio- más vale huir a tiempo que humillar a una dama. Por eso me marche, ya que no quiero desposarme con aquella a quien su amor no acompañe su corazón y su alma, y que sea incapaz de evitarme una pizca de sufrimiento a pesar de que mi devoción por ella sea total y entregada mi alma, mi hacienda y mi honor.

Y es por esta historia, y por el infausto recuerdo del joven don Andrés y la necia doña Inés Fernández de Córdoba, y por aquel amor que no fue, que todos los jóvenes, en leyenda, dieron en tocar las siete esquinas del callejón que va a dar al muro de las Dominicas, debiendo pensar en cada una de ellas en el fruto de su anhelante amor, en recuerdo de la persistencia del joven don Andrés, y haciendo de memoria de que, sin esa tenacidad y apoyo común, todo sentimiento termina por parecer vano a  nuestros ojos, y desparecer, aún el amor más ardiente; y que si el amor es real y sincero, evita más que causa congoja al ser amado.

jueves, 10 de febrero de 2011

A VERDADE

Daban as seis do serán na Berenguela, a torre do reloxio da catedral, e orballaba miúdo polas rúas de Santiago, quedando as pedras de granito que conformaban o chan e as fachadas dos edificios do casco antigo con esa pátina brillante e fermosa que somentes se da na cidade compostelana.

Mario ía camiñando polas rúas, de vagar, a modiño e sen rumbo. Fitaba ós viandantes ó seu paso polo seu carón, e ía deténdose, de cando en vez, nalgúns escaparates das tendas que lle chamaran a atención. Coma non ceara, os que máis o chamaban eran os de comestibles, especialmente os vellos ultramarinos case centenarios que estrelaban o casco antiguo, e que presentaban un aspecto case cinematográfico: parecían tendas deseñadas para velas en películas en branco e negro.

Ás veces fitaba para uns chourizos e unas cacheiras. Outras veces para vellas latas de conservas, con cores vívidas na tapadeira. Notaba ben que o fame lle remexía no bandullo; a pesaren de ser un soño, dábase conta da fame que tiña aquela noite.

Porque, sí, o seu paseo era onírico xa que logo Mario, acostárase cedo e dera en chegar á hora das compras a Santiago. Xa cando comezara a andar pola rúa era consciente de atoparse nun soño, e coma era un soño agradable, como xa dixemos, co seu orballo, localizado na fermosa cidade de Santiago, e vendo tendas con todo luxo de detalles, pensou que o mellor era disfrutar nos brazos de Orfeo.

O que ata entonces non caera era na súa fame, xa que logo a súa frugal cena con un pouco de fruta, e a dixestión temprana, xa que se acostara cedo, non deberan copa-lo seu apetito. Iso enoxouno un pouco xa que para un día que un ten un soño agradable, en vez de ir a vellas tendas de artesáns ou ás xogueterías que por aló se ía atopando, sitios que lle compracían moito, a súa tendencia física leváballe ós comestibles irresistiblemente.

De todas formas, se se podía decir, era un soño en alta definición. Polo seu carón pasaban decote deceas de persoas con diferentes rostros e aspectos: aló viña un señor traxeado e gordo coma un cocho, camiñando con prisa, que semellaba chegar tarde a algunha reunión de negocios. Pasaba agora por unha tenda onde un grupo de rapazas, todas moi xoves e guapas, observaban con ansia o escaparate dunha coñecida marca comercial italiana de alta costura. Unha vella fraca asaba castañas nun caldeiro meirande que ela, no fin da rúa, xusto onde comezaban as proximidades da praza das Praterías, e parecía chegarlle o arume dos ourizos mollados e dos leños a se consumir. O que se dice, High Quality Surround, que lle chamarían os americanos.

Xusto cando pasaba a carón da castañeira, chamou a súa atención un edificio situado á súa esquerda. A pedra branqueada e o exceso de ventanais (en comparación para cos cánones medievais do recinto) testemuñaban unha recente restauración do edificio, coma moitos museos, bancos ou edificios oficiais nas proximidades. O deseño do edificio en orixe, era moi coidado, con volutas nas fiestras con pequenas balconadas, cun portalón grande e cun relieve que trataba de semellar uns anxelotes sostendo algún tipo de pano. Riba do porton, un cartelón metálico e iluminado mostraba a rotulación no negocio “La Verdad”.

O cartel do establecemento chamoulle poderosamente a atención, de tal forma que entrou, xa que logo non se vían escaparates nin expositores onde consultar a mercaduría do negocio. O establecemento, observou cando traspasou o umbral, era amplo e cun estilo moderno e que chamaríamos minimalista. Á dereita presentábanse uns sillóns de pel branca, que xunto con moita iluminación indirecta de focos e candelarias dixitais daban unha sensación de calidez e asepticidade a un zaguán que na edificación original debera ser sombrío e húmido.

Un pequeno mostrador se atisbaba ó final da sala, xusto na marxe de entrada para outra sala meirande, que se vía ampla e aínda mais luminosa que a primeira. “Meeting Point”, suxería un carteliño sobre o mostrador. Semellaba a recepción dun hotel, pero Mario non tivo que agardar máis que uns intres ate que unha rapaza loira e cun aspecto moi arranxado se achegara ó mostrador a atendelo.

-Buenos días, caballero, ¿qué desea?.

Quizais en outra ocasión Mario pediría que o trataran en galego, xa que era a súa língua de fala habitual, pero detectando unha entonación rioplatense no acento da rapaza, e mais que sendo aquela situación parte dun soño, tampouco era para poñerse intolerante.

-Buenos días señorita. Pues es que vi su negocio, y me preguntaba cuál era su finalidad.
-Nuestra finalidad?-Preguntó la chica, un tanto extrañada.
-Si… Verá… Es que jamás había oído hablar de La Verdad… y otras veces que he pasado por aquí no había reparado en su negocio…
-Ah! -Sonrío la señorita rubia, cuya chapa, situada sobre un generoso escote que Mario no pudo dejar de admirar, la identificaba como Sonia Montenegro.- Eso es normal porque esta agencia apenas lleva tres meses funcionando, pero nuestra corporación es una multinacional con presencia en más de catorce países.
-Pues… no la conocía. Y a qué se dedican?.
-Comercializamos, como nuestro propio nombre indica, la verdad.
-Cómo la verdad?.
-Pues la verdad… o las verdades, según se solicite.
-No le comprendo, señorita…em….Montenegro.
-No podría explicarle mucho más, pero si lo desea, le puedo pasar con uno de los comerciales que le detallará gustoso nuestro catálogo de productos.

Realmente, Mario non tiña intención de mercar nada, pero intrigado polas enigmáticas palabras da recepcionista, deixouse guiar ate a segunda sala, onde o sentaron diante dun xoven duns trinta e poucos anos, vestido de traxe e gravate, e con moi bos modais.

-Bos días, cabaleiro. Coméntame Sonia, a miña compañeira –Sinalou cun aceno á rapaza loira que, enfundada no seu vestido vermello daba un perfecto perfil mentres se retiraba, con andares felinos- que está interesado en coñecer a nosa carteira comercial. O Meu Nome é Xan e estarei encantado en atendelo.
-Home é que, a verdade, Xan, chamoume moito a atención que digan vender a verdade.
-Todos os tipos de verdade. –Corrixiu o comercial- Temos a Verdade a medias, a verdade coa boca pequena, as verdades coma puños, a verdade parcial, a verdade ilógica, a falsa verdade… Coma ve, o mayor surtido de verdades. Cál é a que a vostede lle interesa?
-Pero… Non digo que non sexan verdades… pero non é a Verdade.
-Todo é relativo. –Proseguiu o comercial.- As mais demandadas, se lle interesan, son as medias verdades, que se venden en lotes moi económicos, e a verdade tergiversada, a mais recomendada polos famosos e políticos.
-Xa pero… una media verdade non é realmente unha mentira? –Dixo Mario, xa picado polo desafío conceptual.
-Iso sí que é enrevesar un concepto –retrucou o tal Xan.- Pero se o que busca é unha verdade mais afinada, mais específica, pódolle pasar co noso departamento especializado. É bastante mais costoso, iso sí, pero podenlle preparar unha verdade personalizada en puntos e comas, unha verdade totalmente individual e ajustada ás súas necesidades. Cubrindo un test inicial fan un perfil de necesidades, e cunha serie de cuestionarios e unha entrevista personal cos nosos Personal Assistant, ajústana como un guante ó que vostede estea buscando, con garantia total de por vida. A que é unha boa oferta?.
-Si, moi boa. Pero estando eiquí… Por qué non alcanzar a Verdade con Mayúsculas?-Contestoulle Mario, dándose conta de que seguía nun soño, pero sen deixar de intrigarse polas verdades que alí vendían.
-Refírese a… A ver se o entendo ben, señor... Vostede estame pedindo o noso pack Premium?.
- E logo cal é?
-A verdade, A Verdade, Toda a Verdade e Nada Mais que a Verdade no mesmo Pack.

Mario sorriu. Aquela locura fixéraselle un complexo trabalenguas dialéctico pero agora… podría coñecer a Verdade total da vida, do mundo, do universo, da humanidade… ¿nun soño? ¿Quizabeis se hachase nunha revelación, coma as de Mahoma ou Jacob?. Todas as partículas do seu ser lle pedian coñecer, revelar isa verdade. A faciana e a sorpresa (e case temor reverencial) do comercial acerca de A Verdade, Toda a Verdade e Nada Mais que a Verdade non facía se non incrementar ise desexo.

-Iso...- Dixo o comercial- Teno que falar co Director da Agencia. É que o ser un producto tan exclusivo, somentes él está autorizado para comercializalo, chegado o caso. Pero sabe que é un producto terriblemente exclusivo... e caro. Será quén de pagalo?.
-Non te preocupes- Mario disfrutaba duns bos aforros no banco que lle podrían abrir as portas de calqueira capricho excesivo- Chama ó Director. Dame igual o precio. Quero A Verdade, Toda a Verdade e Nada Mais que a Verdade. -Dista volta, xa Mario cáseque esquencera que se achaba un soño.

O director viu ata o posto do asesor, escoltado por unha secretaria. Era un tipo alto, delgado, cun traxe e moi elegante. Polas mangas do traxe, perfectamente combinado, escintilaban dous xemelgos dourados. A gravata facía xogo cun pano que sobresaía polo peto da chaqueta e co forro interno, que ás veces fitaba, da americana. Os zapatos e o cinturón beige, tamén a xogo, eran de moi boa pel coirada, reparou Mario, que traballara como curtidor nunha época, en Chantada.

-Buenos días. Me llamo Martín Velasco, director de esta agencia.

Os modais eran exquisitos e expedía un cheiro feble a perfume caro. O cabelo, aínda que ralo e entrecano, estaba perfectamente peiteado e engominado. Un anel de casado brillaba na súa man esquerda.

-Mario Casás, encantado de coñecelo.

O Sr. Velasco meteuno no seu despacho, nunha entreplanta acristalada con dous ventanais: un que daba cara ó patio comercial, onde se achaba facía un momento, e outro con vistas á rúa, con unha excelente perspectiva das torres da catedral. Accedíase por unha escaleira de pedra, antiga, e todo o que no despacho se atopaba desprendia arume de calidade e luxo: O cubremesa de coiro, un sillón de pel, un par de cuadros que lle sonaban lixeiramente a Mario, a pesar de non ser experto en arte moderno, ou unha escultura de bronce, que se achaba tra-la cadeira de director. O chan era de madeira brillante cun tono rojizo, moi ben cuidado. Dende logo, a imaxe do despacho era impecable.

A secretaría trouxo dous cafés que previamente lle pediran –O meu con sacarina e curto de leite, pediu Mario- e deixounos solos. O director, tras unha pequena charla intrascendente, abriu diante de Mario unha caixa forte e sacou unha caixa do seu interior. Era unha caixa de madeira, moi pulida e sen barnizar, cuns tons ocres e que destilaba elegancia. Estaba lacrada e na súa cabeceira puña, en góticas letras metálicas La  Verdad, Toda la Verdad, y Nada Mas que la Verdad. Mario estremeceuse ó ve-la caixa… Pronto tería o coñecemento superior!!!

-Verá, don Mario. Este es nuestro producto estrella, y seguramente Xan ya le habrá advertido que resulta… elevadamente caro…

Outra vez volvera á conversa en castelán, pero Mario non estaba para dilemas lingüísticos… a excitación era cada vez maior… xa que se hachaba preto da verdade absoluta… E nons e ía deter ata lograla!.

-Sí. Sí, terriblemente caro. Pero yo quiero pagarlo. No me importa el precio. Déme La  Verdad, Toda la Verdad, y Nada Mas que la Verdad.. Yo le pagaré.
-Bien, estoy seguro de ello…pero yo primero le voy a decir el precio, y si usted está de acuerdo en pagarlo, le daré La  Verdad, Toda la Verdad, y Nada Más que la Verdad,  abrirá la caja y la tendrá. Le parece correcto?.
-Me parece bien, pero ya le dije que el precio no me importa. –Mario case que tocaba a caixa coas súas mans nerviosas- Dígame el precio y déme la caja, si eso le deja más tranquilo.
-El precio se paga en dos plazos. El primer plazo es perder a todos sus seres queridos, ya que de conocer toda la verdad los perderá. El segundo plazo es no volver a dormir en toda su vida, ya que no conocer nada más que la Verdad le impedirá conciliar el sueño, eternamente.

Mario quedou mudo. Mirou para a caixa, para o despacho, para o director. Retirou as mans da caixa, lentamente. Nunca algo que se lle antoxara tan atrativo perdera tan de súpeto ise interés.

-Creo que…tiene razon. La  Verdad, Toda la Verdad, y Nada Mas que la Verdad.  tiene un precio muy elevado. Quizá prefiera una verdad personalizada.
-Excelente elección-Dixo o Señor Martín Velasco, gardando a caixiña na caixa forte, pechándoa coa clave segreda, e chamando a un Personal Assistance.-No se preocupe, con una verdad a su medida, estará totalmente satisfecho, y el precio es totalmente asumible…

martes, 18 de enero de 2011

El Mito de Pandora

1- EL MITO DE PANDORA.

Pandora, haciendo oídos sordos a las palabras de Hermes, se dio la vuelta y continuó con sus quehaceres cotidianos en la hacienda de Epimeteo. Pero las Cárites Horas habían hecho su corazón inconstante de flores del Argos, cuya curiosidad no tiene límites y por ello danzan, desplazándose por las enredaderas, y cayó en la tentación.

Tomándola con una mano, frenó por un instante su gesto, pensando en todos los bienes que, según Zeus, estaban recogidos en la pequeña caja. Recordando aquella historia por la que en Mecona, Prometeo engañara por segunda vez a los Olímpicos Dioses, favoreciendo a la casta de los Hombres.

Pero ni aquel atisbo de duda frenó, al fin, su curioso gesto, y presionó suavemente la parte superior de la caja. Todos los bienes, regalos de los dioses, se desparramaron de la caja, huyendo raudos del mundo de los Mortales hace el Monte Idus, volviendo al Lar de las Gracias, donde los custodiaban para los Inmortales, justo al lado del locus en que las Parcas tejían y cortaban sus árgeos hilos.

Allá se fugaba la Paz. Más allá volaba la sombra áurea de la Prosperidad junto a un niño montado en Pegaso, que Pandora reconoció como  la fértil Descendencia. Todos huyeron prestos del lado de los Hombres, dejándolos a solas en el perecedero mundo de los mortales.

Pandora, aterrada, cerró presta la caja, impidiendo que una de las últimas luces saliera de la misma en vuelo plácido. Sabiéndola apenas vacía se echó a llorar, por la curiosidad anidada en su seno, fabricación cúspide del hábil Héfesto, se habían perdido todos los dones de los Dioses, y por ende, la felicidad del género humano.

Cumplía así, sin saberlo, con el hábil plan trazado en las mentes perversas del crónico Zeus y Hera, la de los brazos blancos.


2- LA LUZ ILUMINA EL CAMINO.

La luz es el camino, el porvenir, lo que te espera: el fuego primigenio, caro regalo del titán Prometeo a sus amados hombres, que le costó el sacrificio caucásico, hasta su liberación por Melkart.

El fuego, la luz, es la vida física. El calor, la energía, la alimentación (con alimentos cocinados) de que quiso privar Zeus a los hombres. También la buena muerte, que acaba con el descanso eterno, negado al éfiro Sísifo, en las lenguas del fuego. Y por supuesto, la luz también representa la vida intelectual y sentimental, la guía íntima de Kurós apolíneo Hélios: Señor de la verdad, la medicina, la curación la belleza y las artes, bienes todos ellos que van de la mano de la luz, ya que sin ella no serían descubiertos.

Todos ellos fueron los primeros en abandonar la caja ante la aterrada mirada de Pandora, que fue incapaz de detener a ninguno de ellos y tan solo la belleza, confundida por la presencia de Eros al lado de Pandora, se quedó al lado de la primigenia mujer.


3- LA FORTUNA HUIDA.

Salió volando después la hija de Juno, cuyas escasas greñas desprestigiaban su hermoso rostro, guiando con los ojos velados el timón de su nave Ocasión. La fortuna que ha sido la más buscada y la menos hallada de las hijas del Olimpo, huía hacia su templo en la julia ciudad.


En su fuga la Fortuna erró y voló al Oeste, más allá de las Columnas Herácleas y las Islas Afortunadas, hasta tierras donde las mujeres la invocaban cambiando aros de plata de una mano a otra a diario, y donde los sacrificios eran comunes, en aras de su abundancia. La fortuna se vio allí satisfecha, y tomo esas remotas tierras como morada, dejando crecer su larga cabellera lejos de aquellos brutos que por crines de equinos la tomaban y poseían al antojo del más fuerte.


4- LA FELICIDAD LOCA DE LOS NIÑOS.

Volaron asimismo las nínfulas del Párnaso, atadas al fauno Pan, de la vajilla liberadas. Los seres báquicos representan la naturaleza en estado puro, incapaces de seguir las rígidas claves de la civilización, y rompiendo todos los convenios formales en aras de su felicidad.

Como los niños, Dionisio y sus seres son incapaces de respetar el sitio de la risa y el placer, que lo inunda todo. Lo que está arriba lo ven abajo, y no conciben el mundo con reglas ni conceptos estrictos: representan la libertad mas profunda del ser humano, su causa y alma primera, vinculada al alma que se pierde cuando el niño deja de serlo y se convierte en hombre.

De esta forma, los hombres perdían su libertad absoluta, y quedaron encadenados a la realidad física y mortal. Tan sólo las Hiades, contemplando un recién nacido y que cercano habían abandonado, se retrasaron dándole de beber de la Ambrosía divina que portaban, y por ello como niño el ser humano recuperó la libertad de su sonrisa.


 

5- LA EVOCACIÓN DEL SUEÑO.

Pasitea fue la última en escapar de la caja, antes de que una Pandora aterrada la cerrar de repente. Con sus alas de plata y luna, retorno con su hijo Morfeo, el principal de los Onyros. Incapaz de llevarse consigo su arsenal de sueños y evocaciones, las repartió por el mundo entre flores y plantas ocultos, para que solamente los iniciados por ella misma pudieran tener y gestionar el poder del sueño, las alucinaciones, los aromas y el bienestar.

Cuando Morfeo fue fulminado por Zeus tras sus revelaciones, Pasitea dejó al fin el poder de los sueños y las evocaciones en manos de los hombres, y murió dulcemente por Tánatos besada.


6- LA ESPERANZA NUNCA SE PIERDE.

La Venganza de Zeus, recolector de nubes, fue consumada y la triste Pandora cerrando de golpe por miedo la caja de su ventura, no dio en ver que dejaba un único don en su prisión mantenido.

Dejando a la joven ninfa Esperanza en su cubículo, arrastraba la incauta a la desesperación y al miedo, todos ellos por Nix domeñados.

Pero, los Olímpicos rabiaron ya que no toda su rabia fue desencadenada, y Epimeteo, consciente de la traición de Pandora, ocultó en lo más profundo de Gea la caja, a la espera de su descubrimiento por parte de los hijos de los hijos de sus hijos. Y así queda oculta en el corazón de cada uno la esperanza de lo imposible, aquello que nos pueda iluminar el camino, cumplir nuestros sueños, darnos fortuna, o simplemente con lo más básico, hacernos felices como niños: la Esperanza es lo último que se pierde.


7-EPILOGO

Hay quién dice que Cécrope Rey de la Hélide, que arbitró entre Poseidón y Atenea por la posesión del Partenón  Ateniense, nacido de Gea, trajo con el la escritura, que enseñó a sus ciudadanos. Este hecho trajo consigo que la escritura fuera el don derivado de la propia esperanza, ya que así los hombres podían evocar sus sueños y anhelos, escribir y pensar en las más absolutas locuras sin dar cuentas a nadie, iluminar con su conocimiento el camino de sus descendientes o advocar a la Fortuna.

Por ello, la esperanza y la nobleza de corazón se materializaron en la lengua escrita y los signos, capaces de conjugar todos los bienes que los dioses les robaron. Cuentan que esta invención fue inspirada por el espíritu de Prometeo, huido del Hades, en su eterno afán de favorecer a sus criaturas. Y fue el gran don que ni poseyeron ni pudieron apropiarse los inmortales hijos de Zeus, vigilante de los juramentos.